Conociendo Italia – Agriturismo La Dolza

La primera que me gustaría contaros es la que fue mi vuelta a una silla de montar después de tantos años sin hacerlo. No se si en alguna ocasión os he contado lo mucho que me gustan los caballos. La pasión me viene de pequeña y es que, aunque no recuerdo muy bien la edad, yo diría que la primera vez que me subí a uno fue cuando tenía unos 5 o 6 años aproximadamente. En realidad no era un caballo, es verdad… era un poni, pero con las dimensiones de una niña de esa edad, ese poni llamado Pepsi podía considerarse un caballo en toda regla.

Era de esos sitios en los que por una hora te dejan un poni y alguien mayor tiene que hacerse cargo de llevarlo con una cuerda por el campo de alrededor. Esos “caballos pequeños” están solo acostumbrados a eso y no debes soltarlos, pero eso no nos lo dijo nadie y a la que mi padre lo soltó un momento para coger la cámara de fotos, Pepsi no se lo pensó ni un momento y me tiró al suelo. La reacción de mis padres fue la lógica, pensaron que no querría volver a subirme y que lo mejor era volver hacia el establo. ¡Pero no! Me levanté y fui directa a buscar el maldito poni que me había tirado al suelo y volví a montar.

Desde ese día y hasta mis ahora 24 han sido muchos los años que he estado vinculada de una manera u otra al mundo de los caballos. He hecho muuuchas clases de equitación en estos años, exhibiciones, excursiones e incluso Cabalgatas de Reyes vestida de ayudante de los reyes.

  

Podríamos decir que me tuve que alejar de ese mundo que me daba tanta vida cuando empecé a tener más trabajo con los estudios. Aún y así, siempre que he tenido la oportunidad he intentado acercarme otra vez a ellos, mi gran pasión, los caballos. En segundo de carrera, o tercero no recuerdo, tuve que hacer un trabajo final de fotografía y decidí tratar esa temática. Sabía que la hermana de una amiga mía tenía un caballo y la llamé por si podía hacer una sesión fotográfica con él. No me pusieron ninguna pega y el trabajo quedó espectacular. Aquí os muestro alguna de las fotos que presenté en el proyecto...

 

Y ¿por qué nos cuento todo esto? El pasado 20 de julio fue mi cumpleaños y mi novio me hizo un regalo estupendo, él sabía lo mucho que echaba de menos volver a subirme a un caballo y decidió regalarme un fin de semana en un agriturismo donde poder montar a caballo.

La experiencia fue genial. Elegimos el Agriturismo La Dolza situada en Follina (Treviso). Es un sitio muy familiar y tranquilo donde si no has montado nunca no se pueden hacer salidas porque los caballos son de verdad, no son caballos adormilados de esos que te dan en algunos sitios donde organizan excursiones. Llegamos un jueves y tras comer y darnos un chapuzón en la piscina fuimos a “pasar el test” para que comprobaran si estábamos o no capacitados para salir al bosque. Tras 1 hora habituándome al caballo – Channel - y a la monta western (en La Dolza solo hacen monta americana no clásica) decidimos que el viernes por la mañana sería una buena hora para salir a pasear.



Volver a subirme a un caballo fue una sensación inexplicable, una sensación que solo tengo encima de este precioso animal. Si alguna vez pasáis por Follina os recomiendo disfrutar de la comida y la piscina de La Dolza, un sitio tranquilo a los pies de las montañas donde se encuentra Castel Brando (otro de los must que visitar de la zona, os lo contaré otro día)



¿Vosotros también tenéis alguna de estas pasiones con las que disfrutáis como enanos?



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